Nos cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que Jesús resucitado se apareció durante 40 días a los discípulos y que al momento de ascender al cielo les pidió que aguardaran el cumplimiento de la promesa del Espíritu Santo. Así, los Once, unidos a algunas mujeres y a María, la Madre del Señor perseveraron en oración hasta cuando se cumplió la promesa (Cfr. Hch.1,3-14). Esto hace de la espera orante de Pentecostés, el más antiguo de todos los novenarios. De hecho, la Iglesia Universal la recomienda vivamente.
El Espíritu Santo es quien nos une al Padre y al Hijo; es quien nos comunica la vida, la redención y la santificación que la Trinidad entera obra en favor nuestro; el Espíritu Santo es el que en la liturgia transforma los elementos convirtiéndolos en signos y vehículos de la gracia; es Él quien nos impulsa a orar, nos une en comunidad, regala los carismas, obra la purificación de nuestros pecados, guía la historia y restaurará el universo al final de los tiempos.
Monseñor: Nelson Jair Cardona Ramírez